Chingar

Hace casi un año viajé sola por primera vez a CDMX. Bueno, en realidad viajé con Estefanía pero fue la primera vez que viajé sin alguien de mi familia.

Ella compró boletos para ver a Gepe y yo me encargué de la logística. Estuve revisando varias opciones de alojamiento y me arriesgué a elegir airbnb. Nos quedaba cerca del lugar del concierto, estaba barato, se veía bonito y los anfitriones parecían amables. Cuando llegamos, todo resultó ser verdad.

La anfitriona nos recibió con una gran sonrisa y una bienvenida muy cálida. Nos mostró nuestra habitación, el baño, la sala con las pinturas de su novio que en ese momento estaba en Oaxaca, la cocina con la cafetera italiana y pan fresco a nuestra disposición y al final nos presentó a sus gatos.

La primera parte del viajé ya estaba resuelta. Ahora sólo faltaba todo lo demás.

Llegamos tarde al concierto, nos perdimos Fruta y té -luego pensé que en realidad no me hubiera gustado tener ese recuerdo con ella- fuimos a cenar, nos perdimos -luego pensé que ya teníamos mucho tiempo perdidas y apenas lo había notado- llegamos, discutimos si eso tenía futuro y la respuesta fue no -ya no había nada que pensar.

La mañana siguiente me paré temprano a preparar café y me topé con nuestra anfitriona. Resultó que era una colombiana-canadiense y ya tenía varios años viviendo en la ciudad. Los suficientes para definir en pocas palabras cuál es el problema de nuestro país: La corrupción está enraizada.

Recuerdo que me sentí muy triste y apenada porque después de 24 años de experiencia en el Mexiquito, alguien externo había encontrado las palabras exactas para describir toda la chingadera, sabía que era verdad y sabía que eso también estaba enraizado en mí.

Dudo mucho que después de crecer viendo y escuchando historias de cómo nos han chingado, de cómo nos chingamos entre nosotros y de cómo chingamos a otros, ignoremos cómo funciona eso de chingar. Claro que una historia diferente es dejar el bando de los chingados y pasar al bando de los chingones.

Acaba de pasar el festejo de la independencia y pienso que realmente nunca ha sido una fiesta para mí. Jamás he entendido qué es lo que se supone que se debe celebrar. Jamás he entendido a la gente que intenta ser patriota, ¿qué es eso y para qué?. Independencia, ¿cuál? el país nunca ha dejado de estar en manos de unos cuántos. Ser mexicano, ¿en serio?.

Encima de todo, la noticia nacional es otro feminicidio. Sí, una más.

Mientras unos teníamos un nudo en la garganta, otros, esa misma noche tenían voz de sobra para gritar ¡viva México!.

Yo no conocí a Mara. Pero cada vez que me enteró de uno de estos casos, me doy cuenta que todas seguimos siendo vulnerables y seguimos sin saber cómo solucionar ese problema.

Hace un par de meses leí otro caso de una niña de 9 años que fue violada y asesinada por el chofer de la combi a la que se subió en el Estado de México. Sola, con su papá siguiendo su trayecto atrás en su bicicleta, como todos los días. En un instante desapareció ante sus ojos.

Menciono este caso porque después de la noticia de Mara han surgido muchas sugerencias y estrategias ser -menos- vulnerables y yo creo que ninguna es lo suficientemente buena.

La primera vez que me acosaron tenía 8 años. Estaba en el mercado con mi abuelita y me senté a esperarla mientras compraba. Me puse a jugar en el suelo en cuclillas. Hacía mucho calor, unos 40° y llevaba unos shorts cortos y una blusita. Enfrente de mi estaba el borrachito del pueblo babeando por verme ahí jugando con las piernas abiertas. De repente escuché el grito de mi abuelita. Que me sentara bien, decía. ¿Y sí le hubieran dicho a él que dejara de verme?.

En ese momento no supe qué estaba pasando y sólo me incorporé. Luego vi al borrachito, se me erizó la espalda y sentí mucho asco.

Casi 20 años después sigo sin saber muy bien qué pasa y sintiendo la misma sensación.

Yo creo que la única solución efectiva está en -desenraizar- la cultura de la violación. En re-educarnos todos. Hombres y mujeres.

Mientras eso pase, sólo queda cuidarnos. Chingao.


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